martes, 12 de julio de 2011

En ese mismo rubro

TRISTEZAS
Por Martín Kohan

La eliminación del rubro 59, según acaba de disponer el Gobierno nacional, habrá de ser seguramente celebrada por los defensores de la libertad sexual. Porque en este rubro, al igual que en tantos otros, la libertad de mercado resulta contraproducente, o directamente enemiga, para otra clase de libertades más sustanciales. En un negocio en el cual determinadas personas, en razón de apremios o ambiciones de dinero, se ven en la necesidad de mantener relaciones sexuales con quienes de por sí no serían objeto de su deseo ni de su elección, se extingue cualquier libertad valedera, la sexual en primer término, como tiene que ocurrir toda vez que el deseo o la elección se ven postergados o abolidos.

He leído con la mayor atención el rubro 59. Lo hice, y espero que se me crea, por razones específicamente literarias. A diferencia de otros medios empleados para la oferta sexual, como por ejemplo Internet o los papelitos insertados en los teléfonos públicos de la Ciudad, los avisos del rubro 59 presentaban concentrados narrativos poderosos. Los microrrelatos, como género, se han puesto bastante de moda. Los avisos clasificados los promueven de manera espontánea: los avisos fúnebres son microrrelatos del dolor, los avisos de San Valentín son microrrelatos de amor, los avisos del rubro 59 eran microrrelatos eróticos.

Por supuesto que es mejor que no existan más. Aunque no por eso dejen de existir ni los otros medios de oferta ni mucho menos la propia prostitución. Los microrrelatos eróticos del rubro 59 escondían, pero mal, un substrato de humillación y desdoro, de indignidad y rencor. El astrólogo de Arlt pudo suponer que con ese rencor, el de los humillados, podía hacerse una revolución, financiada en lo económico por un sistema de prostíbulos. Pero esa idea no prospera, ni siquiera en Los siete locos.

He notado, eso sí, que la decisión de eliminar el rubro 59 se anunció en defensa de la condición de las mujeres. Un propósito tan noble no merece otra cosa que adhesión. Pero en el rubro 59 se ofertaban igualmente servicios sexuales de varones. ¿Por qué de ellos no se dijo nada? ¿Acaso porque son, cuantitativamente, muchos menos? ¿Se los está discriminando entonces, por ser minoritarios, tal como ocurre con los avisos oficiales sobre violencia doméstica? ¿O será tal vez porque un resto inamovible de machismo, incrustado en el feminismo al uso, no deja de suponer que al destacar las medidas de gran escala del busto de una mujer se la reduce a mero objeto, pero al destacar medidas también de gran escala del miembro de un varón se le brinda motivo de orgullo? ¿No será porque en el fondo se sigue suponiendo, según el machismo pretende, que ahí donde la mujer eventualmente padece el varón va a pasarla siempre bien?

Tal vez no es nada de esto, sino que no se hizo una lectura a fondo del rubro 59. Aunque en su título la sección ya declaraba: “Servicios útiles para la mujer y el hombre”, y hablaba por igual tanto de unos como de otros.

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